Hasta hace no mucho la ‘EXPERIENCIA’ tenía que ver sólo con la sumatoria de historias, trayectoria y resultados que alguien adquiría, a lo largo de su vida. De hecho, hasta solía pagarse bien.
Pero aunque la esencia de su definición innegablemente perdura, siento como si hubiera perdido la batalla contra otras 2 o 3 ‘experiencias’ que tenemos que considerar actualmente:
Una es la Experiencia del Empleado, otra es la Experiencia del Cliente y otra es la Experiencia del Entorno Laboral.
La primera se centra en el bienestar del colaborador, la segunda en la lealtad del cliente y la tercera en una interacción funcional de diseño, que potencie una Cultura colaborativa.
¿Querés saber entonces cómo elevar exponencialmente TU valor, sea para tu cliente, para tu negocio, tu área o tus relaciones en general? bueno… HACÉ QUE TU EXPERIENCIA CREE EXPERIENCIAS.
[Lo paradójico es que hacerlo no requiere mucha experiencia]…
Así que prestá atención: te propongo esta manera de hacerlo, inspirando la memoria emocional y calibrando los principios del nuevo management que te mencionaba.
Son solo 2 pasos, no para aprender, sino para DESAPRENDER:
Lo primero: 1. DEJÁ DE CONSIDERAR TU EXPERIENCIA COMO UN ACTIVO PER SE, y comenzá a hacerlocomo un recurso valioso, capaz de ser activado a voluntad, por vos, cada vez que quieras influenciar la memoria emotiva de la otra persona.
Por si no lo sabías, la “memoria emocional” hace referencia a la capacidad de las personas de fijar recuerdos a partir de las emociones…
Digo, si en alguna reunión, negociación, discusión, fuiste rápid@, atent@, empátic@, amable, efectiv@ o considerad@ – o diste algo más de lo esperado – vas a generar una emoción, que quedará grabada en el otro. Y así, ya habrás dado el primero paso para estar presente, a partir de esa experiencia contigo, en su ‘memoria emocional’. (la relación entre memoria y emoción es muy estrecha).
Y segundo… 2. DEJÁ DE CONSIDERAR A TU EXPERIENCIA COMO TU PRINCIPAL PALANCA DE ACCIÓN, como si no se volviera obsoleta en el tiempo!. Mirá para atrás y pensá: ¿cuál es la tasa de depreciación de tu experiencia? Quizás vaya más lento que la tasa vinculada al conocimiento, pero también decrece.
Lo que vale ahora – y seguirá teniendo valor – es tu capacidad para traducir lo que hubieras hecho y aprendido en el pasado – en algo más SIMPLE, más RENTABLE, menos ARRIESGADO, más INTELIGENTE para tus clientes (o quien sea la persona con la que interactúes), que le permita tomar buenas decisiones, resolver sus problemas y alcanzar sus objetivos.
Es curioso, pero cada vez que hago estas 2 cosas la EXPERIENCIA percibida de mis clientes es mejor, mi VOZ se cotiza y mi CENTRO DE GRAVEDAD se desplaza: ya no pivoteo sobre mi experiencia, sino sobre el VALOR que genera.
Esta es, entonces, una de las maneras más funcionales para que tu experiencia genere experiencias.
Ya te contaré otras…
Bien… si esto te disparó alguna idea dale un like al podcast y déjame tus comentarios… Nos vemos el viernes, chau!
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