Aunque no lo hayas notado aún, cada vez que un Autor escribe un nuevo artículo de management o ensaya algún nuevo modelo de negocios, lo que te está pidiendo – indirectamente – es que jaquees algunas de tus creencias al respecto, te animes a testear esa fórmula y adoptes, de a poco, esa práctica, ya que al parecer dio buenos resultados en otros contextos y podría facilitarte tu gestión.
En otras palabras, si el autor te inspira de tal manera que logra instalar ese modelo en tu pensamiento, tu cerebro lo ejecutará cuando estés frente al estímulo que lo origina y, al liberar la acción consecuente (tu comportamiento) el resultado podría traducirse en algo mejor que tu comportamiento original.
Lo lindo es que, si eso realmente sucede, vas a querer replicarlo. Una y otra vez. Y al cabo de un tiempo, sin que te des cuenta, habrás desarrollado un hábito. Y ya sabes, la calidad de tus hábitos determina tu calidad de vida – y eso incluye al trabajo. Es más, el entramado de hábitos que ya adoptaste (que funciona como tu GPS interno) fueron los precursores e impulsores de tus resultados actuales.
¿Significa eso que lo que ya está instaurado en mi…ya quedará grabado a fuego?
Sí y no.
“Sí” si querés mantenerlos.
Y “no” porque existe la posibilidad de re-escribir esos hábitos. ¿O pensás que ‘naciste’ con ellos?
Los científicos que estudian la neurociencia, nos aseguran que los hábitos se forman y operan de manera separada (a la memoria, por ejemplo) por lo que podemos ‘aislarlos y trabajarlos’.
Recordá que a nuestro cerebro le encanta – por lo que busca constantemente – ahorrar esfuerzo, por lo que los hábitos son su canal privilegiado para hacerlo; funciona así: el cerebro registra secuencias de acciones para convertirlas en rutinas automáticas. Cuando lo hace ‘voilá!, el hábito fue generado. Por ejemplo, para hacer una comida que te saque de apuro, para sacar entradas al cine, para estacionar tu auto o para preparar el desayuno de tu hij@s, ya tenés definida la secuencia. Así, el objetivo fundamental del hábito: ahorrarte tiempo.
¿Pero qué pasa cuando querés convertir a la ‘delegación’, por ejemplo, en tu nuevo hábito cómo líder? ¿O quizás a las reuniones semanales, o al seguimiento al cliente o a la prospección a clientes potenciales?
A esto quería llegar. Cómo líder, de ventas, de logística, de marketing o del área en la que estés, tus buenos hábitos irán desarrollando en paralelo, las competencias que figuran en tu Descripción de Puesto.
- Dicho esto, quiero que empieces a modificar aquellos hábitos automáticos e inconscientes que no están siendo funcionales a tus objetivos 2017.
Ok Ale, pero ¿cómo se crea un hábito o se modifica el ‘malo’?
En su libro “El Poder de los Hábitos”, Charles Duhigg establece los tres elementos que interactúan para ‘construir’ un hábito: pista, rutina y recompensa.
Dos cosas aquí: por un lado, comprendamos el ciclo y, por otro, preguntémonos que BENEFICIOS tendría que apliques esta secuencia.
En forma muy simple, funciona así: cualquier PISTA o evento capturado por nuestro cerebro – llamalo un reporte que llega del jefe, la hora del almuerzo, una discusión entre colegas, etc. – , construye un estímulo (casi una orden) que hace que el cerebro entienda que el segundo paso de la secuencia debe comenzar: la RUTINA. Cuando dicha rutina – entendida como una serie de acciones que constituyen tu comportamiento – tuvo lugar, tu cerebro percibe una sensación de RECOMPENSA que te hace sentir bien y, así, el cerebro comprende que el proceso ‘funcionó’ y comenzará a replicarlo hasta que lo ‘institucionalices’.
Y listo: ahí tenés el hábito en acción.
Entendido esto, así de simple, veamos qué beneficios tendría aplicar todo esto para vos y tu equipo en el día a día.
Imaginá que querés cambiar el hábito de HACERTE CARGO DE TODO, por alguna otra alternativa menos estresante, más positiva, más efectiva (para tu salud y los resultados) a largo plazo.
Acá suceden 2 cosas en paralelo: por un lado tu corazón pide a los gritos que te apoyes más en tu gente, sea porque sentís algo de culpa (por no estar actuando como un líder – y tu responsabilidad es generar más líderes), o porque no querés sobrecargarte más (ya tu médico te lo advirtió…) o porque tu gente ya te pidió varias veces que les des más autonomía (y la autonomía es uno de los 3 elementos de la motivación)…; cualquiera sea el motivo que la emoción manifiesta, el corazón suele preguntarle al cerebro – antes de mandarse solo – si el esfuerzo de cambiar lo que se venía haciendo vale la pena. Y ahí es donde el cerebro, siempre apuntando a la seguridad, se expresa y te dice: “hey bro, porque cambiar esto que nos viene dando resultado por algo que, quizás, haya que esperar un tiempo para poder ver los beneficios… mejor, vamos a lo seguro!”. Falta que te pregunte qué sigue después? Ok. Nada cambia.
¿Cómo hacer para ganar esa batalla interna?
Bueno, va el secreto: te acordás de los 3 elementos que conformaban el ciclo del hábito? Bien, tenés que saber que no podés cambiar los múltiples estímulos que originan el ciclo, ni tampoco las sensaciones que provocan las recompensas, pero sí la RUTINA.
Es decir, que tenés que cambiar la rutina original (el hacerte cargo por todo) por algo que también te genere recompensas, iguales o mayores a las originales. Cuando eso sucede, un nuevo circuito neuronal comienza a crearse y, así, la génesis del nuevo hábito está en marcha. Solo te resta ahora DESEAR expresamente volver a sentir esa recompensa nueva, muchas veces, más de 100, para que el proceso se instale en vos y el ‘castigar’ sea parte de la historia…
Pasando de la vieja rutina a la nueva
Antes de seguir: acordate que el cerebro no distingue si un hábito es bueno o malo (por eso no te avisó hasta ahora!), tan solo lo repite para ahorrarte trabajo.
Vamos a cambiar entonces: pasaremos…
De: la recepción de un trabajo (pista), que genera la decisión de hacerlo vos mismo (acción) y genera la tranquilidad de que ‘seguro va a hacer hecho’ (recompensa) a la misma recepción del trabajo (pista), que genera una alternativa al hacerlo uno mismo (acción) y que nos genera, no solo el trabajo bien hecho sino también la satisfacción a largo plazo de estar liderando como corresponde (recompensa).
¿Y cuáles serían esas ‘alternativas al exceso de hacerse cargo de todo’ entonces?
Aquí van algunas ideas:
- Decidí lo que vas a hacer, porque es estratégico, porque te gusta hacerlo o porque sabés que agregás mucho valor;
- Fijá un límite en la cantidad de tareas que tomás – y sé consecuente
- Contale a tu equipo qué tareas son las que necesitás o querés hacer personalmente
- Definí tus prioridades y propuesta de valor, para que pequeñas cosas no se interpongan
- Confiá en que tu equipo sabe lo que hace (y si no confiás, entrenalos ya!)
- Pedí ayuda con otros temas, si querés tomar ese último que surgió de improviso
- Desarrollá un modelo de resolución express para problemas similares
- Tomá nota hoy de las actividades que podrías delegar; y hacelo.
Por último, y tan importante como el DESEO de que esto se sostenga en el tiempo, se replique y se convierta en hábito, es el PLANIFICAR (anticipadamente) las respuestas que darás cuando, por ejemplo, tu jefe, un colega o alguien de tu equipo te pida algo más. Saber decir que NO es un buen hábito, por ejemplo. Esto busca que te prepares mentalmente para aplicar la técnica, cuando la ‘pista’ se manifieste.
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Y no es casualidad que te haya traído este ejemplo de la Delegación. Es ‘el’ hábito que uno de mis últimos jefes cambió y que hizo que yo tuviera de ocuparme de algunas tareas que, al día de hoy, se lo agradezco (por ejemplo, los mensajes de Comunicación Interna). Si no lo hubiera hecho, si hubiera seguido ocupándose el mismo de ese tema, yo no hubiera desarrollado esta competencia, él no hubiera tenido el tiempo para pensar en grande, a nivel regional, y la organización habría perdido a dos colaboradores operando a su máximo nivel de ‘flow’. Y esto lo dejo para la próxima.
¿Quedó claro? Te sirvió? Me gustaría escuchar tus comentarios.
Buena semana!
Alejandro