¿Importa acaso la definición real de bueno o malo? Lo que vale realmente es cómo impacta la percepción que tienes de tu jefe en tu desempeño y los resultados para la empresa.
Recuerdo cuando escribí este post hace un par de años atrás. Fue cuando tuve la oportunidad de ser testigo de comportamientos, a nivel gerencial, que no podía entender. O sí, pero no estaba seguro de cómo procesarlos correctamente. Y no volvería a publicar un mismo viejo post si no fuera por el gran daño en el tejido relacional-organizacional que generan ciertas actitudes, provenientes de quien se supone debería hacerle honor a aquello de ser “el jefe”.
Espero que no seas tú esa persona; si así fuera, espero que la lectura te sirva saber cómo otros podrían estar viendo tus acciones, así como lo importante que sería que modifiques, algunas conductas, de una a la vez, para poder hacer la vida de la gente que te rodea un poco más simple, más sana y, en definitiva, menos estresante.
Veamos por ahora dos tipos de actitudes que provocan, sin embargo, el mismo nivel de malestar, desgano y apatía en la gente:
- El jefe que nunca está
Digamos la verdad: al principio puede resultar hasta “liberador” el sentir que el Jefe se va y nos deja la ‘oficina libre’: uno cuenta con autonomía y espacio para hacer también sus cosas personales y tomar alguna decisión. Pero llega el momento en que lo que abunda…daña. Hablo sobre las decisiones no pueden esperar y requieren una decisión, una firma, que nadie puede reemplazar. Allí mismo comienza a generarse una incertidumbre sobre lo que está pasando. “¿Quién está a cargo?” “¿Se supone que ahora soy Yo? Y automáticamente: “¿por qué me tengo que hacer cargo siempre del trabajo del Jefe yo si no me pagan para que sea el Jefe?”
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De ahí a la frustración hay un paso. Está claro que el jefe no está cuando tendría que estar. Y quizás no esté por distintos motivos: porque no quiere estar (este jefe era un ex vendedor y prefiere seguir visitando clientes) o porque el gimnasio u otros cuidados personales lo requieren (atención: no hablo de viajes programados o reuniones de alto valor estratégico, ya que estos forman parte de su trabajo). Hablo de la decisión personal de preferir no estar presente, de ser un gerente que no administra o de ser un líder que no lidera. De aquel que deja que la resolución de problemas y soluciones recaiga en el equipo “por default”. De aquel que crea un vacío de liderazgo que ningún equipo puede reemplazar. Y cuando finalmente le llega el problema, te dice “haga lo que le parezca, pero resuélvalo”.
- El jefe que no tiene idea del negocio
Imagina un “family business” (empresa familiar) donde pusieron como Jefe al hijo del Dueño, sujeto que no tiene la más mínima idea del negocio o que recién sale de la universidad, con un ego que le nubla la visión: lleva el apellido, el master y, lo que es peor, papá lo cubre económicamente, lo cual hace que no quiera entender de aspectos muy “soft” como para tratar con ellos (tampoco se los enseñaron en la universidad!). Inclusive, lleva “inmunidad diplomática” a las críticas, ya que el padre podría saltar en su defensa ante cualquier ataque. Y para terminar de empeorarla, empieza a tomar decisiones, que van a contramano de la cultura, las reglas no escritas y las prácticas habituales del negocio.
Puede que ya le estés poniendo nombre y apellido a este individuo: es normal, en todas las organizaciones suele haber alguno.
Y me acordé algo más: está esperando ansiosamente que su padre deje el puesto, para tomar la posición ejecutiva que podrá satisfacer sus ambiciones.
¿Qué se podría hacer?
Estas son algunas alternativas de acción para las dos actitudes mencionadas anteriormente:
Si te toca tomar decisiones, ejercita tu liderazgo
– Si la ausencia del Jefe hace que tengas que tomar decisiones, decídete a hacerlo: tu interés deberá ser que no se dañen tus procesos críticos. Mientras lo haces, prepárate mentalmente para dar explicaciones de cero originalidad cuando, al volver, te pregunte “¿por qué no me esperaste para tomar esa decisión?”. Tu respuesta podría ser: “no es que haya querido decidir solo por mi cuenta, de hecho sabes que para este tipo de decisiones siempre te he consultado en el pasado; sin embargo, el no haber decidido en el momento podría habernos causado grandes problemas operativos, que sé que preferirías evitar” (no te preocupes por los aspectos técnicos del asunto: seguro tú sabes más que él o ella del mismo (y en el fondo ese Jefe – disculpa que lo escriba con mayúscula – sabe que tampoco tiene la autoridad moral para rebatir alguna decisión que hubieras tomado, desde el momento en que no estuvo presente). Nota adicional: nunca te lo hará saber.
– Trata de conseguir apoyo y aliados para poder decirle, enfatizando claramente, que el equipo necesita su guía y dirección, su feedback y apoyo, sus decisiones e información, para lograr mayores resultados. Nota adicional: cuida tu pellejo: sé suave con su conducta y duro con el impacto negativo que generó en el equipo o la organización.
– Si ya no ‘soportas más’ esa cuestión de tener que hacerte responsable de tomar decisiones que no te corresponden y trascienden tu puesto… recuerda que eres libre: puedes tomar la decisión de irte, de ser protagonista de un nuevo cambio. Nota adicional: si decides quedarte –tú tendrás tus razones– reconsidera por favor la manera en que tratarás de vivir estas situaciones, porque tu energía, tu productividad, tu eficiencia, tu salud y tu bienestar general (y las de aquellos que te importan) podrían comenzar a ponerse en riesgo.
– En ningún caso te recomiendo que lo dejes mal parado, lo hagas pasar vergüenza o luches cara a cara contra su ego – a menos que quieras implementar una estrategia de inmolación suprema -. Un approach distinto sería el ponerte en un rol de “consultor”, explicándole y demostrándole por qué las decisiones que comenzó a tomar no logran el apoyo de la gente y (muy probablemente) no conseguirán el efecto deseado. Nota adicional: esta práctica podría requerir varios “fracasos” previos, hasta que tome en cuenta tu opinión.
Recuerda que la mejor opción en una situación en particular dependerá siempre de las circunstancias, de tu estilo personal y de tus objetivos. Lo ideal es que mantengas un balance que te permita no perder de vista tus responsabilidades, mientras comienzas a desarrollar un sistema inmunológico que permanezca alerta a procesos sistemáticos de desapariciones masivas.
Y mantente alerta: a veces tendrás que romper las reglas y otras tendrás que seguirlas; algunas otras tendrás que ser fuerte – mostrando decisión – y otras calmarte y esperar el mejor momento; y en algunas podrás hacerle frente tú solo y en otras tendrás que pensar en alguna alianza con otros miembros del equipo para poder negociar.
Breve conclusión
Vuelvo al punto: no se trata de otra cosa de que seas inteligente y de que desarrolles tu sentido común, el cual tienes a disposición las veinticuatro horas. Es un tema de inteligencia emocional en acción: habrá veces y lugares en los que te convendrá ser asertivo y abierto, y en otras te convendrá jugar tus cartas estratégicamente. Recuerda que tu supervivencia en el zoo corporativo dependerá, en definitiva y en gran parte, de la relación que mantengas con tu jefe, sea éste de la especie que fuera. Como sabemos, no podrás cambiarla o cambiarlo (ni estás para eso) pero, por suerte y luego de estas experiencias sabrás, al menos, qué es lo que no querrás repetir cuando tú seas el Jefe.
¿Qué opinas de esto? ¿Qué haces tú? Me gustaría conocer tus estrategias o cómo impacta esto en tu compromiso y motivación, así como en performance y moral. Comenta abajo!